El expresionismo abstracto llena Bilbao de color por Almudena Blanco
Galería de arte que trabaja solamente con artistas emergentes. Representación de artistas. Comisariado.
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lunes, 13 de febrero de 2017
EL EXPRESIONISMO ABSTRACTO LLENA BILBAO DE COLOR
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miércoles, 20 de julio de 2016
"EPIFANIA" MASTUSET
“Epifanía” es una serie de fotografías únicas que surgen de la comunión del artista Mastuset con la naturaleza salvaje de Nueva Zelanda, el siempre poderoso mar, la fuerza del viento y una arena muy especial de una de sus numerosas playas. Las obras son únicas, sin copias ni series, con certificado de autenticidad firmado por el autor. Aquí os presentamos una colección de 22 fotografías en 3 tamaños, 10 obras de 40x60, otras 8 de 70x100 y 4 más de 92x140. Todas ellas montadas a capricho por el propio artista en metacrilato y con bastidor de aluminio. Un lujo que mucha gente querrá poseer.
El artista nos lo narra así: “En una playa de New Zealand, sólo en una y te garantizo que he visto más del 80% de las playas, pude comprobar que la arena y el mar hacían unas formas que me recordaban en cierto modo, a mis pinturas. Me sorprendió de tal modo que me puse a “jugar” con la arena. Vi como las olas del mar hacían y desacían maravillosas imágenes, algo realmente increíble. Descubrí que poniendo algo de mi parte y junto con el mar, la arena y el azar, se producían unas obras efímeras que debía de capturarlas con mucha rapidez porque la duración de la mismas era de segundos y además jamás se volverían a repetir. Así me puse a capturarlas fotográficamente. El resultado unas mil fotos de las cuales más de trescientas son fantásticas, verdaderas obras de arte."
GALERIA VIRTUAL
Esta colección de obras de arte ya ha visto su presentación en sociedad en Italia, en Napoles, en el museo de Arte Contemporáneo CAM Casoria y con bastante éxito. Las más de 20 fotos aquí expuestas son el fruto de una primera selección del millar de instantáneas que aproximadamente engloban el proyecto de Mastuset, "Epifanía". Las fotos, realizadas en una playa de Nueva Zelanda, son movimiento pero, sobre todo, son una muestra de la inmanencia divina y de su manifestación. Mastuset se presenta a sí mismo a través de esta obra con una rotundidad humilde que se plasma en obras que toman la apariencia de una pintura abstracta y que son el resultado de la entrega en el proceso de fotografiar el instante dibujado en la arena. Las obras vibran con energía al tiempo que representan el sonido ordenado, armonioso, capaz de evocar la perfección de la creación, su riqueza infinita de posibilidades, de transformaciones aparentemente aleatorias y caóticas y, sin embargo, perfectas en su diseño. Representaciones que se revelan como un desgarro en el tejido de la verdad. Por su propia naturaleza, las fascinantes imágenes resultantes de este trabajo son efímeras en su origen y destinadas a desaparecer tan rápidamente como se revelaron a sí mismas. Esta obra incide en la conciencia de que todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, es parte de una voluntad divina, o inteligencia cósmica, que se manifiesta sólo ante los ojos de los que pueden ver, y que en este caso resulta ser el fruto de la combinación mágica de la arena junto con la brisa y el mar. La acción del artista catalán que podría pensarse como la persecución con paciencia y fe ciega de la apertura y cierre repentino de la puerta hacia el infinito no se traduce, sin embargo, en piezas mecánicas y estructuradas, sino en obras no figurativas capaces de expresar la idea de perfección, armonía y equilibrio inherentes a la creación misma. Cada una de las fotografías es diferente y única, como el movimiento que las generó y es así como el artista quiere que se conciban, evitando la réplica o difusión en series de estos instantes, y ofreciendo cada una de sus obras como si se tratara de una pintura original. Una originalidad que el artista ha vivido de manera casi sagrada al entregarse a este proceso creativo con humildad y tratando cada instante del proceso como si de un diálogo con Dios se tratara. Tal vez a Dios no le gusta jugar al ajedrez como escribió Einstein, pero seguro que le gusta jugar con la arena.
El artista nos lo narra así: “En una playa de New Zealand, sólo en una y te garantizo que he visto más del 80% de las playas, pude comprobar que la arena y el mar hacían unas formas que me recordaban en cierto modo, a mis pinturas. Me sorprendió de tal modo que me puse a “jugar” con la arena. Vi como las olas del mar hacían y desacían maravillosas imágenes, algo realmente increíble. Descubrí que poniendo algo de mi parte y junto con el mar, la arena y el azar, se producían unas obras efímeras que debía de capturarlas con mucha rapidez porque la duración de la mismas era de segundos y además jamás se volverían a repetir. Así me puse a capturarlas fotográficamente. El resultado unas mil fotos de las cuales más de trescientas son fantásticas, verdaderas obras de arte."
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Esta colección de obras de arte ya ha visto su presentación en sociedad en Italia, en Napoles, en el museo de Arte Contemporáneo CAM Casoria y con bastante éxito. Las más de 20 fotos aquí expuestas son el fruto de una primera selección del millar de instantáneas que aproximadamente engloban el proyecto de Mastuset, "Epifanía". Las fotos, realizadas en una playa de Nueva Zelanda, son movimiento pero, sobre todo, son una muestra de la inmanencia divina y de su manifestación. Mastuset se presenta a sí mismo a través de esta obra con una rotundidad humilde que se plasma en obras que toman la apariencia de una pintura abstracta y que son el resultado de la entrega en el proceso de fotografiar el instante dibujado en la arena. Las obras vibran con energía al tiempo que representan el sonido ordenado, armonioso, capaz de evocar la perfección de la creación, su riqueza infinita de posibilidades, de transformaciones aparentemente aleatorias y caóticas y, sin embargo, perfectas en su diseño. Representaciones que se revelan como un desgarro en el tejido de la verdad. Por su propia naturaleza, las fascinantes imágenes resultantes de este trabajo son efímeras en su origen y destinadas a desaparecer tan rápidamente como se revelaron a sí mismas. Esta obra incide en la conciencia de que todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, es parte de una voluntad divina, o inteligencia cósmica, que se manifiesta sólo ante los ojos de los que pueden ver, y que en este caso resulta ser el fruto de la combinación mágica de la arena junto con la brisa y el mar. La acción del artista catalán que podría pensarse como la persecución con paciencia y fe ciega de la apertura y cierre repentino de la puerta hacia el infinito no se traduce, sin embargo, en piezas mecánicas y estructuradas, sino en obras no figurativas capaces de expresar la idea de perfección, armonía y equilibrio inherentes a la creación misma. Cada una de las fotografías es diferente y única, como el movimiento que las generó y es así como el artista quiere que se conciban, evitando la réplica o difusión en series de estos instantes, y ofreciendo cada una de sus obras como si se tratara de una pintura original. Una originalidad que el artista ha vivido de manera casi sagrada al entregarse a este proceso creativo con humildad y tratando cada instante del proceso como si de un diálogo con Dios se tratara. Tal vez a Dios no le gusta jugar al ajedrez como escribió Einstein, pero seguro que le gusta jugar con la arena.
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Bilbao, Vizcaya, España
martes, 14 de junio de 2016
KANDINSKY, CREADOR DEL ARTE ABSTRACTO.
Sabido es que la Matemática y la Física, entre otras artes, la música también lo fué, fueron muy importantes en la obra de Kandinsky y en general en los círculos de la Bauhaus. Pero, ¿sabíais cómo reaccionó cuando Rutherford postuló su teoría del átomo? A groso modo, se produce la constatación de que lo que durante siglos se
creyó estable e indivisible se convierte en alterable.
El nuevo modelo atómico supone un cambio de paradigma. No es el único
factor pero sí uno de los concluyentes. El átomo era sinónimo de lo sólido, lo seguro, lo estable. Era la composición estructurada del
todo y cada una de las cosas. Pero el descubrimiento del electrón (la división
del átomo) pone en tela de juicio no sólo muchas de las teorías científicas sino
también de las filosóficas. Esto hacen que a Kandinsky se le tambalee el mundo bajo los
pies y que su confianza en la ciencia se debilite. He aquí una cita clave y que
será recurrente: "…la división del átomo. En mi alma, la desintegración
del átomo era lo mismo que la desintegración del mundo
entero (aquello resonó como la destrucción súbita). De
pronto caían los muros más sólidos. Todo resultaba inseguro,
vacilante, blando. No me habría asombrado ver
una piedra fundirse en el aire frente a mí y hacerse invisible.
Me parecía que la ciencia había sido aniquilada: sus
fundamentos no eran más que una ilusión, un error de
los científicos que no construían, rodeados de un nimbo,
su edificio divino con mano segura y piedra a piedra,
sino que buscaban las verdades a tientas en la oscuridad
y confundían una cosa por otra." Sorprendente ¿verdad?


En la escuela Bauhaus Weimar en 1922. Kandinsky lleva unas semanas como profesor de pintura mural. Un alumno, algo confundido con el arte abstracto, ha ido a ver a Kandinsky. El relato lo cuenta Lothar Schreyer en su libro Erinnerungen an Sturm und Bauhaus (1956): "Señor Schreyer tengo que contarle lo que ha pasado. Usted sabe que tengo ciertas dificultades con la pintura no figurativa. Cuando designaron a Kandinsky y él expuso sus cuadros en la Bauhaus, yo estaba tan horrorizado que vine a usted para pedirle consejo. ¿Es esto realmente pintura? Usted lo llamó, incluso, pintura absoluta. ¿A dónde vamos a parar? Primero se abstrae el objeto. Luego se elimina el objeto del todo. Sólo quedan manchas de color. Luego se abstraen las manchas de color a figuras geométricas. Lo único que queda es eliminarlas a ellas también. Y al final, la pintura absoluta termina necesariamente en la nada. Usted me dijo entonces que hablara directamente con Kandinsky. He estado un par de semanas dándole vueltas. Pero hoy, ahora mismo, acabo de hablar con Kandinsky. Me he preparado a conciencia. Primero he pintado un cuadro, con témpera porque tenía que secar rápido, sobre una cartulina de 44x44 cm, es decir, el famoso número 4 del que Kandinsky y usted cuentan maravillas por ser el número místico de la Tierra. Y el 4 multiplicado por 11, el 11 como símbolo del renacer. Y además, la forma cuadrada como forma simbólica de la Tierra. Señor Schreyer, ¡esto que hacemos en la Bauhaus con los símbolos es una auténtica tontería!" "¡Cuidado, cuidado!", respondí yo. "A menudo parecen tonterías cosas que no se entienden" "Vale, vale, señor Schreyer. Kandinsky me ha dicho lo mismo hace media hora. Pero le cuento sobre mi cuadro. He pintado la cartulina de blanco, completamente de blanco. Así se la llevé a Kandinsky, y le dije cortés: Maestro Kandinsky, por fin he conseguido crear en términos de pintura absoluta un cuadro de la Nada absoluta”. Yo solté una carcajada. "¡Qué chiste tan bueno!" "¡No, no! Yo lo decía muy en serio. Kandinsky también se tomó mi cuadro muy en serio. Lo colocó delante de nosotros y dijo: Las medidas del cuadro están bien. Hablan de lo terrenal. El color terrenal es el rojo. ¿Por qué ha escogido usted el color blanco? Yo contesté: porque la superficie blanca representa la Nada. La Nada es mucho, dijo Kandinsky. De la Nada creó Dios el mundo. Y nosotros queremos utilizar un poco esa fuerza creadora y crear de la Nada un pequeño mundo. Entonces cogió pintura y un pincel y puso sobre la superficie blanca una mancha roja, una amarilla, una azul y dejó alrededor una sombra verde clara. Y de repente, allí había un cuadro, un cuadro de verdad, un cuadro espléndido. ¡Eso es maravilloso!, exclamé. Todo depende de la pureza y del orden, dijo Kandinsky objetivo y amable, dejó el pincel a un lado y me dio el cuadro" "¿Y dónde está el cuadro?", pregunté rápidamente. "¿El cuadro? Yo me sentía muy raro allí, con un pequeño y maravilloso cuadro de Kandinsky. Así que se lo regalé. Él lo aceptó con una sonrisa, como cuando un abuelo agradece a su nieto un regalo de cumpleaños."


En la escuela Bauhaus Weimar en 1922. Kandinsky lleva unas semanas como profesor de pintura mural. Un alumno, algo confundido con el arte abstracto, ha ido a ver a Kandinsky. El relato lo cuenta Lothar Schreyer en su libro Erinnerungen an Sturm und Bauhaus (1956): "Señor Schreyer tengo que contarle lo que ha pasado. Usted sabe que tengo ciertas dificultades con la pintura no figurativa. Cuando designaron a Kandinsky y él expuso sus cuadros en la Bauhaus, yo estaba tan horrorizado que vine a usted para pedirle consejo. ¿Es esto realmente pintura? Usted lo llamó, incluso, pintura absoluta. ¿A dónde vamos a parar? Primero se abstrae el objeto. Luego se elimina el objeto del todo. Sólo quedan manchas de color. Luego se abstraen las manchas de color a figuras geométricas. Lo único que queda es eliminarlas a ellas también. Y al final, la pintura absoluta termina necesariamente en la nada. Usted me dijo entonces que hablara directamente con Kandinsky. He estado un par de semanas dándole vueltas. Pero hoy, ahora mismo, acabo de hablar con Kandinsky. Me he preparado a conciencia. Primero he pintado un cuadro, con témpera porque tenía que secar rápido, sobre una cartulina de 44x44 cm, es decir, el famoso número 4 del que Kandinsky y usted cuentan maravillas por ser el número místico de la Tierra. Y el 4 multiplicado por 11, el 11 como símbolo del renacer. Y además, la forma cuadrada como forma simbólica de la Tierra. Señor Schreyer, ¡esto que hacemos en la Bauhaus con los símbolos es una auténtica tontería!" "¡Cuidado, cuidado!", respondí yo. "A menudo parecen tonterías cosas que no se entienden" "Vale, vale, señor Schreyer. Kandinsky me ha dicho lo mismo hace media hora. Pero le cuento sobre mi cuadro. He pintado la cartulina de blanco, completamente de blanco. Así se la llevé a Kandinsky, y le dije cortés: Maestro Kandinsky, por fin he conseguido crear en términos de pintura absoluta un cuadro de la Nada absoluta”. Yo solté una carcajada. "¡Qué chiste tan bueno!" "¡No, no! Yo lo decía muy en serio. Kandinsky también se tomó mi cuadro muy en serio. Lo colocó delante de nosotros y dijo: Las medidas del cuadro están bien. Hablan de lo terrenal. El color terrenal es el rojo. ¿Por qué ha escogido usted el color blanco? Yo contesté: porque la superficie blanca representa la Nada. La Nada es mucho, dijo Kandinsky. De la Nada creó Dios el mundo. Y nosotros queremos utilizar un poco esa fuerza creadora y crear de la Nada un pequeño mundo. Entonces cogió pintura y un pincel y puso sobre la superficie blanca una mancha roja, una amarilla, una azul y dejó alrededor una sombra verde clara. Y de repente, allí había un cuadro, un cuadro de verdad, un cuadro espléndido. ¡Eso es maravilloso!, exclamé. Todo depende de la pureza y del orden, dijo Kandinsky objetivo y amable, dejó el pincel a un lado y me dio el cuadro" "¿Y dónde está el cuadro?", pregunté rápidamente. "¿El cuadro? Yo me sentía muy raro allí, con un pequeño y maravilloso cuadro de Kandinsky. Así que se lo regalé. Él lo aceptó con una sonrisa, como cuando un abuelo agradece a su nieto un regalo de cumpleaños."
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viernes, 20 de mayo de 2016
ALMUDENA BLANCO. TRABAJOS NEOEXPRESIONISTAS.
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jueves, 19 de mayo de 2016
NEOEXPRESIONISMO
Este movimiento surge en Alemania a finales de los años sesenta y principio de los setenta, pero adquiere su consolidación en la década posterior.
Lejos de las improntas que el Minimal Art había impuesto junto con otras corrientes de orden abstracto, todas las cuales valoran el concepto de la obra en detrimento de cualquier sentido de espontaneidad, el neoexpresionismo se propone retomar la figuración desde su tratamiento violento y primitivo, determinado por la pincelada y el uso de colores contrastantes, aunque conservando la disposición tradicional de la composición. Son varios los artistas del expresionismo que sirven de guía a los neoexpresionistas: Máx Beckmann, James Ensor,, Edvard Munch. Sin embargo, los Die Neue Tilden (Nuevos Salvajes), denominados así por Wolfgang Becker, poseen frente a los creadores vanguardistas un carácter aún más libre.
Crearon obras de gran formato, abordaron temáticas que podríamos calificar como descarnadas, a veces de índole sexual (el cuerpo humano está muy presente), y se sirvieron de técnicas burdas o agresivas. Aunque el recuerdo del Expresionismo no se perdió tras 1945, sí se considera que el Neoexpresionismo fue el primer movimiento de posguerra en abordar sin ambages la historia alemana, época nazi incluida. Su duración fue inversamente proporcional a su popularidad.
En Alemania, país donde se originó esta tendencia, destaca el trabajo de Georg Baselitz, Jorg Immendorff, Anselm Kiefer o A. R. Penck mientras que Sandro Chia y Francesco Clemente representan las figuras italianas más internacionales, en relación con la . Entre los mejores representantes americanos del neoexpresionismo se encuentran David Salle y Julian Schnabel, aunque hubo una vertiente muy particular, cargada de humor e ironía, representada por Keith Haring y Jean-Michel Basquiat.
Influido por Rembrandt, Van Gogh y El Expresionismo, Penck diseñó representaciones fantasmagóricas e irónicas de brillante coloración y figuras grotescamente distorsionadas que nos hablan de un idioma pictográfico en parte prehistórico y arquetípico, en parte de naturaleza tecnológica. Incorporó referencias autobiográficas y trató de alcanzar, a través de sus símbolos, cierta simbiosis entre lo racional y lo irracional.
Por su parte, Baselitz tras proclamar a comienzos de los sesenta el advenimiento del “realismo patético”, realizó pinturas salvajes de estilo semirrealista expresivo, provocativas y a veces obscenas, piezas pintadas como protesta contra una abstracción imperante durante los cincuenta que, a su juicio, se había vuelto estéril y académica. Sus trabajos mantenían el tema como elemento estructural y satirizaban el orgullo y el puritanismo de los alemanes del “milagro económico”.
Más tarde se alejaría de esos primeros cuadros explosivos y comenzó a poner sus paisajes y figuras boca abajo.
Immendorf organizó actividades artísticas con Penck y buscó ir más allá de la unidimensionalidad e ideología iazquierdista de sus primeras obras neoprimitivas, sin perder fuerza polémica y compromiso crítico con la historia alemana. Combinó la narración de experiencias personales con alusiones a hechos históricos y dio cabida, en el marco de su estilo gráfico, a la exageración grotesca.
Kiefer también abordó la historia alemana reciente, entendiéndola arraigada en el mito. En 1970 inició una serie de paisajes heroicos y de obras de temas simbólicos, seguidas de estudios dedicados a Wagner, los nibelungos y Parsifal, con imaginería de un convincente patetismo. Sus telas evocan los nexos entre lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, y están abiertas a múltiples interpretaciones. De textura densa y ejecutadas con combinaciones poco convencionales de materiales, son fruto de una concepción muy seria y reflexiva de la pintura.
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