

En la escuela Bauhaus Weimar en 1922. Kandinsky lleva unas semanas como profesor de pintura mural. Un alumno, algo confundido con el arte abstracto, ha ido a ver a Kandinsky. El relato lo cuenta Lothar Schreyer en su libro Erinnerungen an Sturm und Bauhaus (1956): "Señor Schreyer tengo que contarle lo que ha pasado. Usted sabe que tengo ciertas dificultades con la pintura no figurativa. Cuando designaron a Kandinsky y él expuso sus cuadros en la Bauhaus, yo estaba tan horrorizado que vine a usted para pedirle consejo. ¿Es esto realmente pintura? Usted lo llamó, incluso, pintura absoluta. ¿A dónde vamos a parar? Primero se abstrae el objeto. Luego se elimina el objeto del todo. Sólo quedan manchas de color. Luego se abstraen las manchas de color a figuras geométricas. Lo único que queda es eliminarlas a ellas también. Y al final, la pintura absoluta termina necesariamente en la nada. Usted me dijo entonces que hablara directamente con Kandinsky. He estado un par de semanas dándole vueltas. Pero hoy, ahora mismo, acabo de hablar con Kandinsky. Me he preparado a conciencia. Primero he pintado un cuadro, con témpera porque tenía que secar rápido, sobre una cartulina de 44x44 cm, es decir, el famoso número 4 del que Kandinsky y usted cuentan maravillas por ser el número místico de la Tierra. Y el 4 multiplicado por 11, el 11 como símbolo del renacer. Y además, la forma cuadrada como forma simbólica de la Tierra. Señor Schreyer, ¡esto que hacemos en la Bauhaus con los símbolos es una auténtica tontería!" "¡Cuidado, cuidado!", respondí yo. "A menudo parecen tonterías cosas que no se entienden" "Vale, vale, señor Schreyer. Kandinsky me ha dicho lo mismo hace media hora. Pero le cuento sobre mi cuadro. He pintado la cartulina de blanco, completamente de blanco. Así se la llevé a Kandinsky, y le dije cortés: Maestro Kandinsky, por fin he conseguido crear en términos de pintura absoluta un cuadro de la Nada absoluta”. Yo solté una carcajada. "¡Qué chiste tan bueno!" "¡No, no! Yo lo decía muy en serio. Kandinsky también se tomó mi cuadro muy en serio. Lo colocó delante de nosotros y dijo: Las medidas del cuadro están bien. Hablan de lo terrenal. El color terrenal es el rojo. ¿Por qué ha escogido usted el color blanco? Yo contesté: porque la superficie blanca representa la Nada. La Nada es mucho, dijo Kandinsky. De la Nada creó Dios el mundo. Y nosotros queremos utilizar un poco esa fuerza creadora y crear de la Nada un pequeño mundo. Entonces cogió pintura y un pincel y puso sobre la superficie blanca una mancha roja, una amarilla, una azul y dejó alrededor una sombra verde clara. Y de repente, allí había un cuadro, un cuadro de verdad, un cuadro espléndido. ¡Eso es maravilloso!, exclamé. Todo depende de la pureza y del orden, dijo Kandinsky objetivo y amable, dejó el pincel a un lado y me dio el cuadro" "¿Y dónde está el cuadro?", pregunté rápidamente. "¿El cuadro? Yo me sentía muy raro allí, con un pequeño y maravilloso cuadro de Kandinsky. Así que se lo regalé. Él lo aceptó con una sonrisa, como cuando un abuelo agradece a su nieto un regalo de cumpleaños."
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