Sabido es que la Matemática y la Física, entre otras artes, la música también lo fué, fueron muy importantes en la obra de Kandinsky y en general en los círculos de la Bauhaus. Pero, ¿sabíais cómo reaccionó cuando Rutherford postuló su teoría del átomo? A groso modo, se produce la constatación de que lo que durante siglos se
creyó estable e indivisible se convierte en alterable.
El nuevo modelo atómico supone un cambio de paradigma. No es el único
factor pero sí uno de los concluyentes. El átomo era sinónimo de lo sólido, lo seguro, lo estable. Era la composición estructurada del
todo y cada una de las cosas. Pero el descubrimiento del electrón (la división
del átomo) pone en tela de juicio no sólo muchas de las teorías científicas sino
también de las filosóficas. Esto hacen que a Kandinsky se le tambalee el mundo bajo los
pies y que su confianza en la ciencia se debilite. He aquí una cita clave y que
será recurrente: "…la división del átomo. En mi alma, la desintegración
del átomo era lo mismo que la desintegración del mundo
entero (aquello resonó como la destrucción súbita). De
pronto caían los muros más sólidos. Todo resultaba inseguro,
vacilante, blando. No me habría asombrado ver
una piedra fundirse en el aire frente a mí y hacerse invisible.
Me parecía que la ciencia había sido aniquilada: sus
fundamentos no eran más que una ilusión, un error de
los científicos que no construían, rodeados de un nimbo,
su edificio divino con mano segura y piedra a piedra,
sino que buscaban las verdades a tientas en la oscuridad
y confundían una cosa por otra." Sorprendente ¿verdad?
En la escuela Bauhaus Weimar en 1922. Kandinsky lleva unas semanas como profesor
de pintura mural. Un alumno, algo confundido con el arte abstracto, ha ido
a ver a Kandinsky. El relato lo cuenta Lothar Schreyer en su libro Erinnerungen
an Sturm und Bauhaus (1956): "Señor Schreyer tengo que contarle lo que ha pasado. Usted sabe que
tengo ciertas dificultades con la pintura no figurativa. Cuando designaron a
Kandinsky y él expuso sus cuadros en la Bauhaus, yo estaba tan horrorizado
que vine a usted para pedirle consejo. ¿Es esto realmente pintura? Usted lo
llamó, incluso, pintura absoluta. ¿A dónde vamos a parar? Primero se abstrae
el objeto. Luego se elimina el objeto del todo. Sólo quedan manchas de color.
Luego se abstraen las manchas de color a figuras geométricas. Lo único que
queda es eliminarlas a ellas también. Y al final, la pintura absoluta termina
necesariamente en la nada. Usted me dijo entonces que hablara directamente
con Kandinsky. He estado un par de semanas dándole vueltas. Pero hoy, ahora
mismo, acabo de hablar con Kandinsky. Me he preparado a conciencia. Primero he pintado un cuadro, con
témpera porque tenía que secar rápido, sobre una cartulina de 44x44 cm, es
decir, el famoso número 4 del que Kandinsky y usted cuentan maravillas por
ser el número místico de la Tierra. Y el 4 multiplicado por 11, el 11 como
símbolo del renacer. Y además, la forma cuadrada como forma simbólica de
la Tierra. Señor Schreyer, ¡esto que hacemos en la Bauhaus con los símbolos
es una auténtica tontería!" "¡Cuidado, cuidado!", respondí yo. "A menudo parecen tonterías cosas que
no se entienden" "Vale, vale, señor Schreyer. Kandinsky me ha dicho lo mismo hace media
hora. Pero le cuento sobre mi cuadro. He pintado la cartulina de blanco, completamente de blanco. Así se la llevé a Kandinsky, y le dije cortés: Maestro
Kandinsky, por fin he conseguido crear en términos de pintura absoluta un
cuadro de la Nada absoluta”. Yo solté una carcajada. "¡Qué chiste tan bueno!" "¡No, no! Yo lo decía muy en serio. Kandinsky también se tomó mi
cuadro muy en serio. Lo colocó delante de nosotros y dijo: Las medidas del
cuadro están bien. Hablan de lo terrenal. El color terrenal es el rojo. ¿Por qué
ha escogido usted el color blanco? Yo contesté: porque la superficie blanca
representa la Nada. La Nada es mucho, dijo Kandinsky. De la Nada creó
Dios el mundo. Y nosotros queremos utilizar un poco esa fuerza creadora y
crear de la Nada un pequeño mundo. Entonces cogió pintura y un pincel
y puso sobre la superficie blanca una mancha roja, una amarilla, una azul y
dejó alrededor una sombra verde clara. Y de repente, allí había un cuadro, un
cuadro de verdad, un cuadro espléndido. ¡Eso es maravilloso!, exclamé. Todo
depende de la pureza y del orden, dijo Kandinsky objetivo y amable, dejó el
pincel a un lado y me dio el cuadro" "¿Y dónde está el cuadro?", pregunté rápidamente. "¿El cuadro? Yo me sentía muy raro allí, con un pequeño y maravilloso
cuadro de Kandinsky. Así que se lo regalé. Él lo aceptó con una sonrisa, como
cuando un abuelo agradece a su nieto un regalo de cumpleaños."
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